Tú, quien me enseñó la diferencia entre lo admirado y lo admirable, con solo desgastar un verano en mi asfalto. La persona por la que testificaría a favor sin siquiera conocer el delito. El cual nunca requiere de explicaciones. La risa incontrolable cuando estás a su lado, y que perdura en la distancia, cuando recuerdas intercambios de palabras o esas frases tan brutales que dirías de otra manera, la tuya. Bofetadas de realidad a cada paso, contigo no duelen, el puño de hierro en guante de seda solo permitido a los amigos. Aunque también sucede aquello de dar gato por liebre, muchas veces uno no encuentra el cariño genuino para acabar de levantar al otro si se ha rendido en el camino. Unos ojos receptivos, que viniendo de la auténtica amistad, se espera que el fondo de un mordedor tiene que ser feroz, cuando lo único que denotan es comprensión. Los seres que conocen la verdad más allá del muro natural, con quienes te brota lo más humano Agitadores incansables de conciencias, que aunque miréis a objetivos diferentes siempre logras enriquecerte. Tan iguales y tan distintos. Las despedidas con ellos se quedan cortas. Para aquellos por los que moverías montañas, de quienes has aprendido sin darte cuenta cosas que no se pueden enseñar. Dedicado a todas las personas que marcan.
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